Del pene erecto decimos que está "duro". ¿Es el único término posible? La "dureza" alude al poder penetrativo (y, a su vez, a la impenetrabilidad del miembro, su invulnerabilidad) y, por extensión, a la ristra de connotaciones que ya hemos mencionado. Pero si intentamos poner entre paréntesis esta nube de significados que nos parece tan natural como el respirar, si intentamos fingir una ingenuidad absoluta, ¿"dureza" es lo que nos transmite? ¿No es posible detectar otras cualidades como suavidad o sonrojo? ¿No puede describirse, en vez de como dureza, como consistencia, hinchazón?
Hagamos lo mismo con la vulva y la vagina. Frente a la "dureza" del falo, la vagina sexualmente dispuesta es descrita como "blanda", "tierna". Estos descriptores, que no es que sean falsos o absolutamente injustificados, enfatizan el papel receptivo-pasivo que asignamos a estos genitales y oscurecen hechos como que existe todo un entramado muscular que permite modular voluntariamente la tensión y la presión de la zona, asà como que la excitación produce un estado análogo de erección en la estructura anatómica del clÃtoris, en los labios internos, etc.
Podemos incluso ir más allá y dejar de pensar los genitales como partes del cuerpo para empezar a pensarlos como lugares. O contemplar la posibilidad de un lenguaje que no distinga entre dar y recibir, entre sujetos activos y pasivos, yendo más allá de la posibilidad de invertir los roles en pos de una posible superación de los mismos. Estas ideas empujan nuestro pensamiento hacia el terreno de lo que parece casi impensable.